De Jean Dubuffet, uno de los iniciadores del
art brut, siempre me ha interesado más su veta naïf que sus obras más adultas, más explícitamente existencialistas. De esta obra, en concreto, me fascina la pequeña cabeza de hombre en el capó, que subraya aún más si cabe la alienación gozosa de los cuatro ocupantes del vehículo. Porque, en el fondo, ¿quién conduce a quién?
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