En el bar El Penicilino, Valladolid, me he encontrado esta mañana con Abel Hernández (¡para cuándo un blog, flickr, tumblr, lo que quieras!) tuneando el interior del garito. En directo la obra es una auténtica pasada.
Por cierto, es muy recomendable pasarse por el sitio a tomarse un verdejo.
Después de El Penicilino, me pasé por el
Caroba a tomar un timbal de huevos rotos. No hay palabras para describirlo.
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