Cada vez hay más intermediaciones, eslabones, pasos que dar. En suma, una distancia cada vez más amplia entre nuestra voluntad y las consecuencias de nuestros actos. El divorcio con lo real es el precio que hay que pagar para que nada nos afecte. Y eso, particularmente en política, es como tirar una bomba atómica sobre la responsabilidad moral. Luego no nos quejemos.
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