Uno puede durante mucho tiempo reconocer el mérito, incluso llegar a admirar, a un artista. Pero solo en contados casos te sucede que te llegas a enamorar de él. A mí me pasó con Sempé en diciembre de 1997, cuando de repente me tope con el orginal del dibujo que aquí presento en el escaparate de una galería en el 7eme de París. No he logrado encontrarlo en su versión original en la web (el original tenía una forma apaisada y debe de medir cerca de dos metros de longitud más metro y medio de altura), por lo que dejo la portada de un libro recopilatorio sobre Sempé editado en Estados Unidos.
Pocos dibujos he visto que expresen tan bien la derrota interior, el hombre que avanza por la realidad separado de lo que sucede alrededor. El retrato es aún más dramático cuando uno se da cuenta de que el perro está más vivo que el amo. El hastío y la desesperanza, no obstante, están observadas desde una perspectiva tan radicalmente nostálgica que, asombrosamente, el mismo perro se constituye en un punto de fuga liberador.
sÍ...A veces un perro es el mejor amigo del hombre
ReplyDeleteTienes razón.
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