En aquellos oscuros y tenebrosos años en los que, para
representar a un cerdo, se tenía que representar a un cerdo, el mundo del Arte
giraba sobre dos polos: el artista que representaba al cerdo, y el sufrido
expectador del cerdo representado, que se veía abocado a la fatigosa y prosaica
labor de cotejar el parecido entre ambas categorías de cerdos. Hoy,
afortunadamente, nos hemos liberado de tal carga, que la han asumido generosa y
sacrificadamente por todos nosotros los Críticos. ¡Por fin podemos ya no solo
ser tontos, sino parecerlo!
Viva la crítica y los supernumerarios de la Escuela de Petrogrado, jajaja, que grande. ¡Bravo!
ReplyDeleteGracias, Piu!
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