Es curioso que tras el velo de los centenares de millones de euros invertidos en jugadores, del merchandáisin, de las lucrativas y circenses giras por países asiáticos, de la gestión archimillonaria de los derechos de imagen, del segundo advenimiento del Ser Superior, del Special One, de los 400 millones de espectadores que ven de media cada uno de los derbis y de los insufribles 10-15 minutos de reports diarios sobre la actualidad del equipo en todos los telediarios, al final, lo que queda, treinta años después, es el espíritu de Juanito.
Menos mal que el dinero no puede borrar tu verdadero ADN. Con independencia de cuál sea el resultado de esta noche, el Madrid tiene hoy la oportunidad de volver a ser el mismo retornando a sus orígenes: no es grande porque gane títulos, gana títulos porque es grande. Y su grandeza radica no solo en la calidad, sino principalmente en el sentido de lo heroico. Y en los últimos tiempos esto último parece haberse difuminado. Afortunadamente, siempre se está a tiempo de volver a empezar.